jueves, 13 de mayo de 2010

PARAÍSO GRAMATICAL

La nostalgia terrible de una vida perdida,
el fatal sentimiento de haber nacido tarde.
Lluvia, F.G. Lorca

El ajuar que siento por ti no lo había vivido por nadie más, se dijo y relegó la frase hacia otro lugar menos focal de su pensamiento. Trastabillaba con esa idea de decírselo a sí mismo y al fin lo había conseguido. Llevaba varias semanas esquivando el fantasma que amenazaba con materializarse en mitad de su cuarto. Pero ahora que encaraba la situación nada cambiaba. Es decir, no disminuía la sensación de malestar o de culpa o de ambas. Seguí percibiéndose reo de sus propios actos. La verdad los hará libres, sonaba como una sentencia pretenciosa y falsa. Sobre todo falsa.

Libre de qué, se cuestionó mientras garabateaba fórmulas o jeroglíficos en un papel. Libre para qué, insistía. El alcohol tardaba en entumecer su mente proclive a enumerar conjeturas en plena madrugada. Cómo envidiaba ahora a esos seres que consiguen soltarse de la realidad con sólo encender la televisión y mirar cualquier programa. ¿Es cuestión de saber elegir el canal?, ¿el secreto se encuentra en la cantidad de comerciales que el cerebro es capaz de engullirse en poco tiempo? Sobornar a la conciencia o a eso que entendemos como tal, es tarea de héroes, respingó resignado.

Hasta él llegaban las voces nocturnas subidas en el viento, que daban cuenta de un temor, un deseo, una prisa a deshoras. Sombras compartiendo residuos de compañía. Hasta allá llegó su envidia; él deseaba también el diálogo con alguien más que no fuera su subjetividad tan maltrecha y vaga. Hablar con alguien. No cualquier alguien sino ése otro que cobraba múltiples formas sin hacerse cuerpo ninguna de ellas. La fatalidad de la imaginación cuando existe un deseo preconcebido radica en la inutilidad de posibilidades que ofrece, si se ha elegido a priori estar preso.

Al tercer trago desistió de sus intenciones etílicas. Pero al menos el alcohol le había arrebatado esa sed permanente que le hacía huir en busca de un abrevadero lejano. Porque existe un condicionante que agrava la carencia, el satisfactor en pocas ocasiones está cerca, la mayoría de las veces hay que emprender un dificultoso camino para llegar a él. Recorrer largas distancias, combatir contra gigantes o seres invisibles, vencer obstáculos sin mayor talento que las ganas de conquistar lo deseado. Ridiculez pura que ha alimentado los ensueños de muchos.

Desde la ventana miró a lo lejos algunos hombres que se tambaleaban por la acera. Sin duda eran los mismos cuyas voces había escuchado instantes atrás y ahora el silencio se fracturaba de vez en vez con el paso de algún auto o la constante fricción de los élitros de algunos grillos. Con el silencio absoluto, habría escuchado su propia voz mucho antes de tener argumentos para intentar explicar su proceder.

Qué había de grave en mentir a quien se ama. Nada. Qué haría él si fuera el engañado. No sabía y tampoco quería caer en especulaciones. El lugar del otro suele ser una geografía desconocida que no se quiere conocer. Las preguntas eran puentes que él dinamitaba para permanecer en su orilla, culposo, maniatado, ruin.

Tal vez sea cierto que hay personas que jamás se plantean hipotéticas situaciones de vida y por ello van sin un plan B que les dicte cómo actuar en caso de que se rompa la armonía de ese mundo conocido. Sin embargo, no es suficiente. Él tenía un método de acción y sencillamente no funcionaba. Permanecía paralizado porque en la inmovilidad hallaba una suerte de consuelo. Los héroes no están de moda y él no pretendía inaugurar la pasarela. Cada quien con su infierno mientras tenga bajo control las llamas.

El frío de la noche caló su cuerpo. Por instinto cruzó los brazos y frotó fuertemente las manos sobre ellos invocando un calor que no es que no existiera sino que calentaba otro cuerpo. Otro. Distante. Desconocido. Se revolvió como si fuera una herida abierta sobre la que se arroja sodio. Ardió pero de rabia. Y se declaró vencido antes de pelear. El otro jamás nos pertenece aunque le digamos mío. La posesión es gramatical y no verdadera aunque el lenguaje cree al enunciar. Mentira. El verbo también tiene límites. Si lo sabría él que había construido un paraíso sintácticamente correcto y vacío. El agujero negro por el que se desprenden en caída libre ciertos anhelos.

Nadie sabe si lloró antes de irse. Nadie sabe si él creía que podía volar con sólo desearlo. Pero cuando la primavera dio paso al bochorno que anuncia las primeras lluvias del estío, él llevaba mucho tiempo abrazando una osamenta que se resistía a dejar de ser, quizá porque aún añoraba el ajuar que por nadie antes había experimentado cuando era un cuerpo vivo y creía que la libertad era un lugar conquistable: un paraíso construido con palabras.

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