jueves, 14 de junio de 2007

CLÍMAX POLÍTICO

La primavera política arriba tarde a la ciudad y el verano electoral se antoja tan largo como la retahíla de promesas con la que los políticos locales invadirán nuestros oídos, ojos y hasta el estómago, en algunos casos, en la inminente campaña por la renovación de alcaldías y el Congreso estatal. En los árboles de las avenidas principales florecen, desde hace unas semanas, frutos de plástico color azul y rojo que contaminan el paisaje y lo afean en extremo.

Las aspiraciones legítimas de los llamados ‘precandidatos’ justificarán, en adelante, la típica guerra de baja intensidad en la que relucirán –como cuerpos caídos en la batalla- los pasados y presentes escabrosos de los contendientes, “levantones” inexplicables, verborrea insufrible apenas comparada con la de los programas de espectáculos. Pues de esto se trata. Asistiremos –indiferentes o resignados- al show de la política local: los nombres de siempre o las mismas estirpes – que acá los sueños políticos se heredan-, las antiguas añoranzas reivindicadas por amor a los ciudadanos, las revanchas, los golpes por la espalda, las dentelladas sanguinolentas que nos hacen recuperar el instinto antropófago que creemos ya extinto. Los berrinches y los cambios de partido de quienes juraron lealtad a la base partidista si no obtienen la candidatura deseada; total, es de sabios cambiar de interé$. Si nuestra clase política fuera un pelín más lista se justificaría –herácliteamente- afirmando que lo único constante es el cambio.

Nuevamente el ansia desmesurada por el poder. La añeja aspiración por dominar a los otros – y detrás de cada sueño de grandeza hay un dictadorcito en potencia y un complejo de inferioridad irresuelto-. La obsesión infinita por controlarlo todo. El hambre de ser adorado y ocupar el lugar vacío que dejó el desplazamiento de la divinidad. Se descuenta que el poder por el poder no únicamente corroe todo lo que toca si no que destruye el cuerpo del que se alimenta. Pocos se detienen a reflexionar que no tener el poder nos hace poderosos y que se ejerce mejor cuando se está ajeno a él. Mandar es sencillo, que te obedezcan es otro cantar.

El poder es un simbiote insaciable que no obstante, reporta buenos dividendos –acá que nadie nos dore la píldora de que se trata de servir a la ciudadanía, fuera máscaras y que se diga: quiero mandar y que tú me obedezcas; sería más honesto y yo votaría 3 veces por alguien así.- Se asegura que el poder lo justifica todo, de ahí que las hordas sin escrúpulos se lancen a la velocidad de la luz a degradar lo que se interpone a su paso. Que se cuiden los pobres que se verán como nunca solicitados, que se preparen los trabajadores del Estado con su óbolo sagrado, que se cuiden todos que la hora de la diversión ha empezado.

Estamos advertidos, veracruzanos. Preparémonos para el reality show del verano, el que sin duda elevará la temperatura del trópico agravando la inestabilidad climática. Hagan sus apuestas y sueñen que por alguna vez en sus vidas, obtendrá la victoria el candidato por el que ustedes han votado, nada de resignaciones al estilo “todos son iguales”.

Si pueden huir a tierras más frescas o hasta el Norte, háganlo. Prepare sus provisiones porque el estío viene largo como un rojo atardecer sobre un cielo azul que le da a la luz un matiz amarillo, así de cromático está nuestro porvenir. El espectáculo apenas comienza, ¿estás preparado?

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