Pocos en el mundo occidental pueden jactarse de celebrar con un festejo internacional la manifestación visible de lo negado el resto del año: La Marcha del Orgullo LGBTT.
El último sábado de junio se quedan en el armario el miedo "al qué dirán" y los prejuicios impuestos por una sociedad heteronormativa, machista, homófoba e intolerante; pues este día el "mundo raro" se pinta de colores y sale a las calles a exhibir con orgullo su diferencia sin que por ello se le reprima -algo que gustosamente harían muchos-. Y dicho gesto no es una concesión de las democracias sino un derecho ganado a fuer de pelear por ello.
No refereriré acá el largo historial de la defensa de los derechos de las personas no heterosexuales, el cual contabiliza décadas, tampoco plantearé el difícil camino que se emprende desde el día que uno descubre -por azar o por bondad de los otros- que se es distinto. La finalidad de estas líneas es sumarse a las de muchos que ahora están poblando el mundo real y la blogosfera para celebrar el orgullo de ser diferente.
Es este texto una felicitación a todos -y aquí caben ellas y ellos- por su presencia colorida que combate el monocromatismo de una mayoría que pretende por todos los medios -y no es victimismo, of course- subyugarnos, redimirnos, condenarnos, marginarnos, desaparecernos de todos los sitios donde estamos. Así mismo, es un reconocimiento a los caídos en la lucha por conquistar nuestro Derecho a Ser en cuanto a ciudadanos que cumplimos también obligaciones de diversa índole.
La Marcha del Orgullo es la culminación de años de mutismo contra las voces dominantes del establishment, pero también el punto de partida hacia la construcción de un mundo donde no sea necesario llamar a nadie gay pero tampoco buga.
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