martes, 5 de junio de 2007

DIOS MÍO ¡HÁZME LISTO POR FAVOR!

Sucede que me canso de ser hombre…tonto. Y ocurre entonces que se me revuelven las entrañas y surge victorioso, desde mis hondísimas raíces mexicanas, un ego nacional que se planta frente al espejo y dice: ¡hoy voy a ser diferente! Y hasta aquí la promesa.

Porque en este país de bienintencionados, ser diferente significa (precisamente) ser igual a los demás. Y esta igualdad –cacareada en el discurso politiquero mexicano- consiste en joder al prójimo antes que a ti mismo. Lo cual es sensato, ¿quién se da a sí mismo por el culo? Si saben la respuesta, por favor no me la refieran. Pero algunos se ejercitan con tal ahínco que ganarían cualquier concurso de brutalidad.

Tontos los ha habido siempre. Sólo que ahora la globalización –de la estupidez, of course- los ha vuelto omnipresentes, de tal modo, que mientras leen este texto, un idiota –por mérito propio- podría estar a su lado. Son tan bestias que ignoran que lo son. La oligofrenia campa en todos los niveles que han asegurado su supervivencia más allá de cualquier cataclismo climático.

El domingo pasado tuve a mal detenerme a comprar unos productos en la farmacia Rex de la avenida Enríquez. Una falla en la máquina registradora nos obligó a quienes hacíamos fila, dirigirnos a pagar en otra caja, para lo cual fuimos conducidos por un guardia –que ojalá sirva para eso- que se sentía importante. En la otra caja tampoco podían cobrarnos pues ahí únicamente la cajera otorgaba un ticket para liquidar el importe de los productos en la otra. Sí, en la que no servía. Y así, como judíos en busca de la caja prometida bailamos el son de dos peleles disfrazados de listos: la cajera de la máquina registradora averiada y el del guardia que se sentía soñado conduciendo al rebaño. Todo habría acabado de manera natural –entiéndase, mediocremente- si no hubiera sido porque protesté por tal irregularidad, pues cada vez que cambiaba de fila perdía mi turno y mi tiempo –sagrado como Alá-.¿Y qué pasó? Que los asnos tocaron la flauta y al unísono cajera y guarura se indignaron por mi reclamo –con todo y que no les dije lo que se merecían- y se pusieron al tú por tú obviando:

1) que yo llevaba razón en mi querella,
2) que yo era el cliente y ellos los empleados –sí, a mí eso de que no hay jerarquías me importa un bledo,
3) que en lugar de rebuznar tenían la obligación de disculparse con todos.

Pues mi disgusto me lo pasé con agua porque en ningún momento hicieron funcias de intentar solucionar la contrariedad. Si no que además, me atendieron hasta que a una se le encendió el cuarto de neurona que le funciona, y el otro concluyó su perorata de que todos somos iguales. Par de pendejos clonados, pensé. Pues durante trece años yo trabajé atendiendo al público y nunca me atreví a afirmar que era igual al otro que acudía a mí. Y no es que me crea humilde –que ni se me da- si no que tenía muy claro cuál era mi función y en consecuencia mi deber. Hecho que ahora se pasa por alto.

Sucede, entonces, que soy tan tonto que no me he dado cuenta de que en el país de las bestias, el pendejo es rey –o gobernador o jefe de una empresa importante, pongamos por caso-, esto es, el mundo se ha poblado de listos y me he quedado fuera de ese top ten. Incluso, recuerdo ahora un incidente acaecido hace ya algunos meses con un empelado de la dulcería de la extinta Cinemark, al que le solicité me mostrara los tamaños de los vasos para el té; ofendido por mi ignorancia –se habrá pensado que era la primera vez que el indio iba al cine- espetó amabilísimo: “te la voy a poner fácil…” y me dio el combo que la lobotomía colocó en su red neuronal, ante mi estupor que debió interpretar como el éxtasis de Juan Diego ante la Virgen de Guadalupe.

Ejemplos de inteligencia de este tipo abundan; si estos seres se formaran uno detrás de otro harían un ejército tan numeroso como el chino. Por eso a veces – ¡ay, me da una tristeza!- me canso de ser hombre tonto y le pido a Dios que me haga un poquito más listo, para que pueda gozar de este mundo diario como si fuera el paraíso.
PIKÚN

No hay comentarios.: