martes, 5 de junio de 2007

PEDIR DE VICIO

A Melodramio con amor

Con la expresión que da título a este texto hago referencia a la manía que padecen algunos de pedir y pedir y pedir más hasta el hartazgo –si acaso conocen este concepto- y lo hacen, muchas veces, más por inercia que por alcanzar un fin específico. Mugen sin ton ni son, sin analizar lo que solicitan.

Esto viene a propósito del Quinto Parlamento de las Niñas y los Niños de México, que se lleva a cabo del 27 de mayo al 2 de junio, en la Cámara de Diputados de la Ciudad de México. Pues el día de hoy escuché a un grupo de estos niños, “ciudadanos del mañana” decir en un programa de radio –a nombre de muchos, que no de todos aunque se diga lo contrario- que los niños (y las niñas, ya saben esa obsesión oficialista por la supuesta paridad) de este país han sido violados sexualmente, desoídos, privados de sus derechos y expulsados a la calle de manera inmisericorde -¿querrían un poco de amabilidad al estilo: niño, lárgate por favor a la calle?-. La inquina con la que el infante lanzaba su filípica desde el púlpito de San Lázaro –digno de asombro por la similitud con la Norberta, reina del chantaje- me horrorizó primero, para emputarme después. Enumero las razones:

1) Seguramente ese niño “listo” es uno que come tres veces al día y no tiene la menor idea de lo que es sufrir algún tipo de abuso, mucho menos sexual.
2) La temática de su discurso –el tono dicen los eruditos- no correspondía con el pensamiento de un niño Made in México. Sobre todo porque delata el sello inconfundible de la política local –resentimiento, tufo justiciero y revancha existencial.

Pregunto yo –desde mi vena más melodramática- ¿puede un niño bien comido, bien pensante, bien pendejo arrogarse el reclamo de justicia hacia los niños –y las niñas- de este paisito? Sin duda debe tratarse de un chiquillo que tiene Play Station última generación, que se mal nutre con comida chatarra, que sabe la ubicación exacta de los centro de comida rápida y conoce más de videojuegos que de la geografía nacional, por no decir que no debe saber las tablas de multiplicar, distinguir un sustantivo de un verbo ni limpiarse correctamente el culo (para desagrado de los pederastas).

Pero puede quedarse el niño héroe con sus sueños neorrevolucionarios, lo que se evidencia detrás de esta situación, es la nula comprensión de la realidad de este suelo. Pues exigen –que no solicitan- derechos y más derechos: “Pido la cadena perpetua a quienes maltraten a un niño”. La desmesura lleva a la ridiculez, y refiero ridiculez para ser económico. Pues alguien debió advertir al niño empoderado que tal prerrogativa no se la pueden conceder sin que México falté a sus compromisos con los Derechos Humanos adquiridos en instancias internacionales.

¿A que no reparó nadie en las obligaciones y múltiples deberes –no cumplidos- que tienen los niños y niñas de este país? Pues no solamente los adultos tenemos responsabilidades. ¿Por qué la niñez de este país no solicitó en la Cámara y a las instancias correspondientes una mejora sustancial en los planes de estudio de todos los niveles del sistema educativo nacional? ¿Por qué no se exigió una reforma educativa que surja de las necesidades reales para que programas de estudio y realidad política, económica, social y cultural de este país se correspondan?

¡Oh por Dios! Eso nunca y ni en sueños. Porque una exigencia así implicaría esforzarse, cumplir con el compromiso acordado, salir de la inercia “así está todo bien, para qué le muevo” y asumir el futuro no como un regalo que trae Santa Claus si no como un derecho que se gana con esfuerzo. Una realidad así no la quiere ni adultos ni niños –que ya sabemos que son listos. Es más fácil gritar a boca de jarro “tengo derecho a…” que empezar a asumir la vida como una senda de obligaciones, también inherentes.

Que un infante tiene derechos legítimos por el simple hecho de ser hasta los políticos lo saben, también es verdad que muchos de esos derechos han sido “pasados por alto”, pero la solución a este vasallaje no es reclamar la restauración –ipso facto- de los mismos. Si no haciendo una reflexión personal, primero; institucional, después respecto a la niñez que estamos formando y aquella que queremos tener, lo cual, desde luego, implica asumir las tareas que nos corresponden a cada uno de nosotros desde el ámbito en el que nos desenvolvamos –dejar atrás esa actitud de “a mí qué” tan arraigada en el subconsciente nopalero-, para después ejercer libremente nuestros derechos, conscientes, también, de que toda prerrogativa exige en consecuencia, una obligación.

Elaborado: martes 29 de mayo de 2007

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