lunes, 11 de junio de 2007

NO ES LO MISMO NI ES IGUAL

El orden de los factores no altera el producto. Pero sólo eso, el producto. En los diferentes campos de la vida, una alteración en los componentes da al traste con el resultado. ¿Cómo conseguir que semejante realidad la comprendan la mayoría de los mexicanitos sin que se sientan agredidos, incomprendidos, discriminados, como le gusta a muchos decir –sin entender lo que la palabra significa, of course.- cuando en realidad hemos sido tolerantes –hasta el hartazgo considero- para con quienes no han sabido expresarse –ni explicarse ni dar a entenderse bien-?

Es común escuchar a las personas justificarse –cuando alguien les señala que ha cometido un error en su expresión- con la frase: “pero me entendiste ¿no?” y con semejante máxima creen que quien la he corregido está en el deber de disculparse por ser tonto y no haberla comprendido pese a su pésima manifestación oral. Es así, como este mundo se ha poblado de mal hablantes que exigen –sí, en el paisito del “todo merezco”- que su receptor valide su mensaje sin importar si éste es coherente o específico (no digamos ya gramatical o lógico que sería pedirle agua dulce al mar).

Los ejemplos sobran. En los exámenes o ejercicios de matemáticas el alumno alega que su resultado es correcto y que no puede invalidarse si se “pasó” su cantidad por un cero, un punto decimal o por agregar un signo negativo donde tendría que ser positivo. No repara que no es lo mismo –ni tantito- tener en el banco 100 que 1000 o pagar 0.3 % de intereses que 3 %; ni significa lo mismo que un elevador nos conduzca a la planta número diez a que nos lance al vacío del piso -2. O que en un análisis literario, el estudiante escriba en su hoja las categorías identificadas en un texto sin ningún orden ni concierto, como si el lector tuviera la obligación de, en primer lugar, descifrar sus garabatos, y después, organizar sus entrópicas respuestas so pena de afectar el desempeño del educando si se le reclama tal caos. Pero esa realidad para el vulgo es un detalle que se puede obviar. En la televisión los conductores –órale, qué chida palabra- rebuznan y no hay quien les señale semejante barbaridad; porque en el país de los burros, la mula es buey o algo parecido. Durante semanas en la radio un spot de una tienda departamental rezaba así: "Gran venta nocturna para papá de Liverpool". La sintaxis impedía saber si la vendimia era de "papás liverpool" o de qué otro género. Pero el incordio no quedaba ahí, sino que la dichosa promoción empezaba desde las 9 de la mañana ¿qué a esa hora no es de día? Supongo que la campaña habrá dado resultados pues para el vulgo estaba más que claro el comercial.
Es verdad que es de humano cometer errores -frase trilladísisma- pero el vicio de opinar por todo -sí, esto aplica también a mí, lo señalo antes de que alguien me reclame-, parece deporte de moda, como lo es también estar de quejica todo el tiempo, sugerir, recetar, dar consejos etc., la es tal que sólo ceará el día que todos quedemos mudos.
Yo por eso, me quedo callado ante las cámaras y micrófonos; que la fama a mí ni me mola ni me excita. Me agobia, en todo caso.

1 comentario:

David dijo...

No es lo mismo, ser filósofo que aparentar serlo. Menos aun ser creador de palabras huecas y proclamarlas con el corazón para que después mueran en el vació. Vivimos en un mundo lleno de vacíos, los cuales, al parecer estamos obligados a llenarlos. Me agrado el escrito, cuídate literato.