martes, 17 de junio de 2008

DE MALEDUCADOS Y CENUTRIOS

Un articulista del diario EL PAÍS (omitiré su nombre deliberadamente) escribió el domingo pasado un texto a propósito de la mejor manera de educar a los hijos, aunque indirectamente incluye (señala) a docentes y demás actores sociales que tienen que ver de alguna manera con la formación de los infantes. Su tesis es que hay que educarlos con amor. Sí, con amor -con mayúsculas sugiere el iluso aunque yo me niegue y lo escriba con bajas-.
Por supuesto que si redacto estas líneas es porque estoy en total desacuerdo con el sujeto en cuestión. Corrijo, con la idea de amor que define este señor inspirado, tal vez, en alguna crónica pederasta del catolicismo internacional. Considero que todo aquel que tiene hijos debería engendrarlos con amor. Debería. Y si no es así tendría que asumir las consecuencias de su irresponsabilidad: no condeno el ejercicio de la sexualidad (que es sano) sino la irresponsabilidad con la que se pueda ejercer, of course. Con amor también tendríamos que ejercer todas nuestras actividades cotidianas, desde el trabajo remunerado hasta las tareas diarias de llevar una casa en orden. Pero huelga señalar que no es así. Por darle a sus hijitos amor -o lo que muchísimos padres creen que es amor- es que tenemos hordas de salvajes deambulando en las calles, ocupando pupitres en las escuelas (calentando bancas), obstruyendo el tráfico, ocasionando accidentes en las vialidades, muchos de ellos, haciendo ruidos en el cine y dejando la basura que olvidan comerse si acaso no pueden acercarla a la papelera más próxima.
Para nadie es un secreto que cuando la educación se ejerce con disciplina -en tanto que en el hogar existen reglas que hay que cumplir- y con congruencia -porque se educa con la práctica- la criatura no necesita más amor. Pero como esto no ocurre tenemos niñas y niños que deambulan por los pasillos de un hotel, salón, restaurante u otro sitio público desbocad@s como si de animales salvajes se tratara (una disculpa para los animales salvajes). Y no existe adulto sensato -me refiero a sus progenitores; un extraño si dice algo padecerá el infierno- que ordene la calma, la disciplina, que pida mesura, que exija a su vástago que se comporte porque está en un sitio público.
¿Han visto cómo se sientan esas "lindas criaturitas" en los espacios reservados o no para ello? Inevitablemente los pies -sucios- los colocarán sobre una silla o mesa de centro o algún otro objeto que tenga la desdicha de estar colocado frente a sus extremidades (no digo patas para no ofender una vez más a los animales, que como dice Fernando Vallejo, son más buenos que las personas y yo diría que incluso que Dios). Porque nadie les ha enseñado que eso es de-ma-la-e-du-ca-ción. Y no vaya usted a importunarlos con la solicitud de que se sienten correctamente porque los memos se ofenden y los padres estallan: Aquí estoy yo para educar a mi hijo. Ante tal incongruencia uno hace mutis y se piensa que el estúpido es irreversiblemente uno, porque solicita un mínimo de orden.
De cenutrios y maleducados está plagado el mundo, y al igual que la crisis mundial (de los energéticos y de los alimentos) esto no vislumbra mejoría; al contrario, avanza inexorable rumbo a peor. A menos que dejemos de educar con amor y empecemos a enseñarles que nadie se merece nada, que lo que se consigue en este mundo es con esfuerzo, honestidad y coherencia, con todo y que por doquier se aprende lo contrario, lo cual no justifica que no se intente llevar a cabo una vida basada en la ética. ¿Que pido mucho? Pedir menos es no pedir nada.
Después de todo, somos nosotros, los voluntariamente sin hijos o quienes sí los educaron convenientemente, los que padecemos esa plaga de individuos contagiados de abulia crónica -deben tener flojera hasta para quitarse del camino-, hastiados de estar hastiados, necios, aletargados a fuer de aspirar a nada. Con lo escasos y caros que están los alimentos, con lo difícil que es conseguir empleo formal ahora, con lo complicado que es subsistir en un tiempo de múltiples crisis, no estaría mal exiliar de la Vía Láctea a estos carentes de amor hacia un universo a la medida de su circunstancia afectiva.

1 comentario:

David dijo...

Hay una crisis con respecto a los valores, hay una debilitación de las estructuras, dando como resultado un rescate, por medio de las instituciones, como la iglesia, para mantener el control de una sociedad cada vez más diversa. Buen escrito. Saludos