viernes, 6 de junio de 2008

LA OPERATIVIDAD DE LA MASCULINIDAD 5

CONCLUSIÓN
Si los esquemas entendidos como masculino y femenino no obedecen a ninguna ley más que la tradición, es posible modificarlos y adaptarlos a las realidades que entrelazan y establecen la convivencia entre un sexo y otro. Partir de la identificación y aceptación de los contextos en que se desarrollan las relaciones entre féminas y varones. Porque no es posible ya la coexistencia entre mujeres y hombres a partir de esquemas anquilosados que resultan arcaicos, desfasados, caducos en la actual dinámica de las relaciones humanas.
Porque es preciso cobrar conciencia de la necesidad urgente de modificar los paradigmas tradicionales y adoptar otros más prácticos y menos injustos que contribuyan al desarrollo integral de las personas. Porque mujeres y hombres somos diferentes no solamente en lo biológico sino en el ser y hacer cotidianos, pero tal premisa no debería (pretender) justificar la desigualdad que en términos sociales ellas continúan padeciendo y ellos reproduciendo en serie.
Es, pues, impostergable la necesidad de reivindicar la dignidad de cada individuo y crear las condiciones necesarias para que éstos se desenvuelvan convenientemente en cualquier medio sin menosprecio de su diversidad y por ende, su diferencia.
Porque ninguna ley (natural o cultural) justifica la subordinación de lo femenino bajo el yugo de lo masculino. Porque la masculinidad también está en crisis y es preciso deseducar, primero; educar y reeducar, después; a los varones que las nuevas feminidades requieren en aras de alcanzar un equilibrio (aunque sea precario).
Porque es posible otra realidad en un mundo que también es distinto. Porque los seres humanos aspiramos siempre a una forma de felicidad y la convivencia justa, equilibrada y sana entre mujeres y hombres es una manera de ser felices en tanto que somos dueños de nosotros mismos, ergo, más libres.
Porque es tarea conjunta alcanzar acuerdos entre hombres y mujeres que devengan los nuevos y necesarios modelos de coexistencia para alcanzar una convivencia social armónica que incentive el respeto, la autonomía, la realización integral de los cuerpos sexuados, los cuerpos pensantes y los cuerpos sensibles.
La operatividad de lo que se denomina la “nueva” masculinidad se ejecuta desde posiciones correlacionadas entre los géneros masculino y femenino. Relaciones entre unas y otros y consigo mismo, que conformen “relaciones de equivalencia” que distribuya el ejercicio del poder de manera equitativa (o menos asimétrica) entre todos y no solamente en la relación (que no oposición) hombre-mujer.
No más la bipolaridad hombre-mujer, sino apostar por las correlaciones que configuren redes por las cuales discurra el poder proporcionalmente según las necesidades reales de mujeres y hombres; conformar “relaciones de equivalencia” que fomenten la equidad de género.
Romper decididamente con la práctica del poder vertical que deviene tiranía, autocracia. Acabar con el cliché de que el hombre manda y la mujer obedece son replicar; vencer el tabú de que las mujeres no saben (ni quieren) ejercer el poder. Que el binomio masculino-femenino no sea el fin intrínseco que justifique la convivencia humana sino el punto focal de la integración plena de un poder horizontal en el que ambos géneros aporten los elementos necesarios para conformar los nuevos paradigmas sociales.
BIBLIOGRAFÍA
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